viernes, 14 de marzo de 2014

Una metodología pedagógica eficaz

Según Lemenu y Vives (tomado de Aucouturier y Mendel, 2004, p. 71), “la Práctica Psicomotriz se recomienda especialmente en el caso de niños de 0 a 7 u 8 años, y cobra sentido en el ámbito de la escuela infantil (0-3 y 3-6 años), primer ciclo de primaria y centros de acogida infantil”. Debe ser entendida, en palabras de Arnaiz, Rabadán y Vives (2001, p. 16) “como un proceso de ayuda que acompaña al niño/a en su propio itinerario madurativo, que va desde la expresividad motriz y el movimiento hasta el acceso a la capacidad de descentración”.
Esta concepción de la Psicomotricidad se caracteriza, como señala Arnaiz (2001, p. 85), por ser “una práctica inscrita en una corriente psicológica dinámica y de tipo humanista”. Así, el concepto de Psicomotricidad en su sentido más amplio pertenece al ámbito del desarrollo psicológico y se refiere, según Aucouturier (2004, p. 17) a “la construcción somatopsíquia del ser humano con relación al mundo que le rodea”.

Hace referencia a un concepto de desarrollo del niño que nos remite a un periodo de su maduración psicológica a lo largo del cual la sensoriomotricidad y los afectos están en el origen de las representaciones originarias, que constituyen una parte importante en el nacimiento del psiquismo (Aucouturier, 1999). En este sentido, la Psicomotricidad para Aucouturier (2004, p. 17), “es una invitación a comprender todo lo que expresa el niño de sí mismo por la vía motriz, una invitación a comprender el sentido de sus conductas”.

La Práctica Psicomotriz se concreta por medio de una propuesta de conceptos y estrategias, fundamentada desde la práctica y de acuerdo con una visión particular del niño y de su desarrollo (Maulión, 1991). Las bases de esta práctica son, según Arnáiz (1988) y Maulión (1991):
  • La comprensión del niño/a y de su evolución planteada desde la teoría de la totalidad del cuerpo, la globalidad y el concepto de expresividad psicomotriz, el cual Aucouturier lo define posteriormente como expresividad motriz, exponiendo que el componente psicomotriz se encuentra implícito en el concepto expresividad motriz (Aucouturier, 2004).
  • El sistema de acciones y actitudes del psicomotricista.
  • La tecnicidad a partir de la cual se pone en marcha el proyecto pedagógico en función del niño/a o del grupo.
En la Práctica Psicomotriz educativa y preventiva el psicomotricista acompaña las actividades lúdicas del niño/a. Favorece la maduración psicológica del niño/a por la vía de la acción y del movimiento. Según Aucouturier (2004, p 17) “está concebida como un itinerario de maduración que favorece el paso del <<placer de actuar al placer de pensar>> y permite que el niño/a se asegure frente a las angustias”. Se trata de un acompañamiento a la expresividad motriz del niño/a, consistente en la creación de un dispositivo espacio-temporal que, por sus referencias permanentes, su contexto y sus normas, proporciona seguridad al niño o niña y favorece el placer del movimiento, el placer de descubrir y crear, y el placer de intercambiar y hablar. (Lemenu y Vives, 2004).

El concepto de expresividad motriz ha sido definido por Aucouturier (2004, P. 130) como “la manera que cada niño tiene de manifestar el placer de ser él mismo, de construirse de una manera autónoma y de manifestar el placer de descubrir y de conocer el mundo que le rodea”. Así, podemos entender la expresividad motriz del niño/a desde la interrelación de tres aspectos básicos (Arnaiz y col, 2001):
  • Un aspecto neuromotor: facilita la observación de las posibilidades motrices desde la calidad del movimiento, el ajuste postural, el tono, el predominio lateral, etc.
  • Un aspecto afectivo relacional: capta lo referente a la afectividad del niño/a, a la emoción que acompaña sus vivencias de placer-displacer en el espacio, con los materiales y con relación al otro.
  • Una dimensión cognitiva desde los aspectos perceptivo-motores: cómo el niño/a descubre el espacio, estructura el tiempo, utiliza y opera con el material, organiza los objetos, estructura su esquema corporal e integra aspectos de su imagen.
La Práctica Psicomotriz educativa y preventiva tiene tres finalidades:
1.- El placer de comunicar: posibilidad de relación y comunicación en todas sus dimensiones. Para Aucouturier (2004, p. 152) “la comunicación es el preludio de la descentración tónico-emocional, que es un factor indispensable para la formación del pensamiento operatorio”.
2.- El placer de crear: desarrollo de la creatividad. Según Arnáiz (2001, p. 86), “crear es optar por más de una posibilidad, concretar imágenes por medio de la acción, del cuerpo y de sus maneras de representación: el dibujo, el modelado, el lenguaje, la escritura…, lo que implica una libertad de imágenes más que de medios”.
3.- El placer de pensar: apertura a la descentración y al pensamiento operatorio. La descentración es, según Arnáiz (2001, p. 87) “la capacidad del niño/a de tomar distancia de sus vivencias, de disminuir la prioridad de la acción, la invasión de su imaginario y de sus emociones”.

Además de sus finalidades, que bien podrían ser finalidades educativas generales, la Práctica Psicomotriz educativa tiene tres objetivos generales, los cuales se concretan en objetivos específicos durante las sesiones de Práctica Psicomotriz educativa. Estos objetivos generales son (Aucouturier, 2004):
1.- Favorecer el desarrollo de la función simbólica: por medio de placer de hacer, de jugar y de crear, y, además, ayudar a pasar por diferentes niveles de simbolización, permitiendo a los niños vivir el proceso del placer de hacer al placer de pensar el hacer.
2.- Favorecer el desarrollo de los procesos de aseguración frente a las angustias a través del placer de las actividades motrices. Estarían aquí todas las actividades lúdicas y las posibilidades de movimiento que más tarde desarrollaremos.
3.- Favorecer el desarrollo del proceso de descentración que permite el acceso al placer de pensar y al pensamiento operatorio.

Estas finalidades y objetivos se ponen de manifiesto en las sesiones de Práctica Psicomotriz, posibilitando al niño/a realizar un itinerario de maduración que facilita la conquista de la imagen de sí, la construcción de su propia identidad y el desarrollo psicomotor.

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