Un
gran amigo mío me diría: "es una cuestión de actitud", y
sí, "la actitud es más importante que la aptitud", decía
Churchill. Pero la actitud es muy variante y está muy relacionada
con las circunstancias que nos rodean y con la manera en la que cada
persona afronta dichas circunstancias. Por tanto, cómo podemos
controlar aquello que nos afecta e influye y condiciona nuestra
propia actitud, la cual podemos definir como la manera en la que nos
mostramos a los demás, la forma en la que nos relacionamos con
nosotros mismos y la imagen que transmitimos al exterior.
Desde mi
punto de vista y mi experiencia, la respuesta se encuentra en el
conocimiento y en el grado de conciencia y vivencia que se haya
tenido sobre la relación existente entre la actitud, el estado de
ánimo y las circunstancias acontecidas en la vida. Si somos
conscientes de que la actitud es una cuestión de elección personal,
y que la actitud que decidamos tener en una circunstancia determinada
condiciona y modifica nuestro estado de ánimo, podemos concretar que
el estado anímico que nos generan las circunstancias creadas y
advenidas, está condicionado por la actitud que hayamos elegido
tener. Esta afirmación la sintetiza magistralmente Ortega y Gasset
en su aforismo "las circunstancias condicionan pero no
determinan", el cual refleja el papel activo del ser humano ante
sus circunstancias, dándole la libertad de decidir si la
circunstancia que vive le determina o sólo le condiciona. Por ello,
continúa Ortega con otra fórmula que complementa la anterior y que
hace referencia a que "el vivir de cada cual es igual a su
circunstancia más las decisiones que toma en ella", es decir,
que la vida de cada ser humano es igual a la actitud con la que
decida afrontar sus circunstancias, de ahí que Ortega culmine con su
sentencia más conocida de "yo soy yo y mis circunstancias, y si
no la salvo a ella, no me salvo yo", en la que expresa que el
"yo" tiene capacidad de elección sobre la circunstancia
y, por tanto, puede elegir qué actitud adoptar.
Los
valores, los aprendizajes, las experiencias, las motivaciones, las
ilusiones, las gratificaciones, los deseos, etc., todos estos
elementos están relacionados con la actitud, es decir, con nuestra
manera particular de gestionarlos y decidir cómo queremos estar
interiormente y cómo queremos mostrarnos hacia el exterior. Las
actitudes varían en función del estilo de vida que por diferentes
motivos se va adoptando. El hábito y la rutina estandarizan la
actitud por la certidumbre, y es en la incertidumbre, ante lo
desconocido y los imprevistos, donde emergen las actitudes más
dispares, variopintas e ingeniosas.
Quiero
cerrar este post con un precioso texto de Pablo Neruda en el que
contrapone dos actitudes antagónicas de manera clara, precisa y
concisa, y que dice así:
"Muere
lentamente quien se trasforma en esclavo de los hábitos, quien no se
arriesga, quien evita una pasión, quien no arriesga lo cierto por lo
incierto, quien abandona antes de empezar, quien se queja de su mala
suerte, quien no viaja, ni lee, quien no sueña ni persigue sueños,
quien no confía, quien no lo intenta, quien no ama; lo contrario, es
estar vivo".