El pasado día 2 de
mayo, comenzó la fase 0 del confinamiento y se nos permitió salir de nuestra
reclusión, impuesta y aceptada con civismo, para realizar actividad física
individual y paseos, y es mi intención en el presente post compartir la
experiencia que tuve en esta primera salida tras un largo periodo de confinamiento, pues
me hizo reflexionar sobre cuestiones de las que no solemos plantearnos ni
solemos reparar en ellas en nuestro día a día.
Sobre las 8:30 me dirigí directamente hacia
el paseo marítimo de Playamar. Ya por el camino me fui cruzando con personas
que paseaban y entrenaban, y sentía en mi interior cómo una emoción comenzaba a
embargarme, una especie de alegría contenida que me aceleraba el ritmo del
corazón y, por ende, los pasos al caminar. Al llegar al paseo marítimo, me
dirigí a la orilla, veía a personas paseando individualmente y en pareja, practicando
diferentes deportes, y sentía que todo retornaba a la normalidad conocida y, en
ese momento, una fuerte emoción acabó por embargarme del todo, socavando los
cimientos de mi resistencia a expresarla, era una emoción de felicidad, alegría
y un fuerte bienestar. Quedé embargado por la emoción unos cinco minutos y
empecé a reflexionar sobre lo que había sucedido.
Lo primero que me vino a la mente fue la
frase de Ortega y Gasset: “las ideas se tienen y en las creencias se está”, que
desarrolla en su texto “Ideas y Creencias” afirmando que contamos con las
creencias mientras que con las ideas reparamos en ellas. Pues bien, estando
frente al mar inundado de emoción, tuve un insight, un “darme cuenta”, un acto
de conciencia plena, de comprensión revelada, pues las sentencias de Ortega y
Gasset cobraron todo su sentido práctico, se materializaron en esa vivencia que
estaba teniendo. Me pregunté por qué estaba sintiendo esa felicidad, esa
alegría, esa empatía por el esfuerzo y el sufrimiento de tantas personas
durante el confinamiento, y la respuesta se me apareció con meridiana claridad:
volvía a revivir lo que antes tenía en el común de los días y me había sido
arrebatado y postergado por un bien común, colectivo y necesario. Esto me hizo pensar
que los seres humanos dejamos de tomar consciencia de algunas vivencias necesarias
para nuestra vida desde el momento en el que contamos con ellas como elementos
propios ineluctables de nuestra vida, de nuestro quehacer diario, pasando a
convertirse dichas vivencias en creencias infalibles que sí o sí acontecerán,
sin reparar en que no hay nada tan estable que no pueda desestabilizarse y,
justamente por “contar con” ellas, dejamos de darle su merecido valor, las
incluimos en las mil y una tareas que nos ponemos día a día, y como un spray
cuando lo pulsamos, el valor de lo realmente importante, de lo que contamos con
ello pero no pensamos demasiado porque sí o sí tenemos la creencia de que
acontecerá, se pulveriza, se difumina entre las mil y una tareas, entre el
estrés al que nos someten y nos sometemos, como si el estrés nos fuera a aportar
algún tipo de placer, y así, día a día, vamos dejando de valorar lo que es
realmente importante en la vida, pasando por ella de soslayo, rascando apenas
la parte visible del iceberg y dejando oculto la verdadera consciencia de multitud
de vivencias que conforman nuestra vida.
Séneca, ilustra de manera magistral la idea
expresada con un aforismo, el cual nos dice: “Valora cada día por toda una
vida”. Aunque suponer algo sobre un aforismo de Séneca puede parecer
presuntuoso, no es mi intención más que seguir esbozando la misma reflexión,
por lo que supongo que se referiría a que la vida se debe vivir con intensidad,
entendiendo por intensidad la plena consciencia de las vivencias que componen
cada minuto de cada día, tomándonos la vida con denuedo, sin dejar que la corriente
de los hábitos, de los sucesos que nos acontecen, de los elementos que nos
envuelven, de las relaciones que emprendemos, caigan en un “contar con” que nos
haga creer que “de facto” siempre estarán ahí, y la realidad nos ha mostrado y
enseñado, que en algún momento pudieran dejar de estarlo.
Por lo que nos pueda acontecer en un futuro
cercano o lejano, vivamos las experiencias de cada minuto con la intensidad y
el valor que nuestro ser y estar en el mundo se merecen.