Hay en torno
a la soledad una amplia gama de opiniones diversas que me motivan a
poner mi granito de arena sobre dicha cuestión. La soledad es un
concepto que admite dos opiniones contrarias y que es común escuchar
en las conversaciones con amig@s; una tiene un carácter beneficioso, y la
otra, perjudicial. La opinión beneficiosa es cuando las personas asocian la
soledad a una búsqueda personal, es decir, hay una voluntad, una
motivación y una necesidad de estar o encontrarse así mism@ en soledad. La opinión perjudicial es aquella en la cual la soledad es impuesta y no buscada. Esta opinión
generalizada se puede matizar bastante, ya que el hecho de ser o no impuesta depende
mucho de un@ mism@, pues la soledad, en mi opinión, está
relacionada más con un sentimiento personal que con una ausencia
física real, y en este sentido, se podría plantear si la soledad es
o no, racional y real. Pero sigamos pensando y reflexionando un poco
más sobre ella.
Es curioso que, tal y como hemos dicho antes, en el decir de las personas, la soledad tenga una connotación positiva-beneficiosa, pues es sabido desde hace miles de años que el ser humano es un ser social, que necesita formar parte de una colectividad en la que colaborar y cooperar en beneficio de la comunidad, y que tiene por necesidad la aceptación de sus congéneres en un grupo social concreto donde sentirse parte del todo. Si todo esto que es sabido es necesario, ¿por qué la soledad es buena y beneficiosa para los seres humanos?esa soledad de la que hablábamos que era buscada y en cierta manera necesaria. Un esclarecimiento de esta cuestión nos lo aporta la RAE, que define la soledad con dos acepciones; la primera como "circunstancia de estar solo o sin compañía", y la segunda, como "sentimiento de tristeza o melancolía que se tiene por la falta, ausencia o muerte de una persona". Estas dos acepciones ponen de manifiesto dos ideas, la primera es que la soledad tiene un componente físico, y la segunda, que tiene un componente psicológico (sentimiento ante la falta). Dicho esto podemos profundizar aún más y comenzar a resolver la duda que se planteaba sobre la connotación o aportación positiva y beneficiosa que tiene la soledad.
Desde el
nacimiento, el recién nacido pasa de una fase de indiferenciación a
otra de diferenciación, del no-yo al yo, y durante los años de la
infancia lleva a cabo un proceso de separación gradual que consiste
en el binomio cercanía-lejanía, pero en el que su grado de dependencia
es muy elevado aún. En la adolescencia, este binomio sigue estando y se
acentúa de manera exponencial debido principalmente a dos crisis muy
acentuadas; la de la identidad y la de la autonomía. En esta fase
hay una aparente búsqueda de soledad, pero es ficticia, pues en el
fondo no hay etapa en la que haya más necesidad de aceptación
grupal y reconocimiento, en la que se viva con mayor intensidad de
emociones fugaces las relaciones entre iguales. Es una ficticia soledad
porque hay una elevada dependencia emocional al grupo de amistades,
sea de forma física o tecnológica. Ya en la edad adulta, cuando se
es capaz de romper en la medida de lo posible el cordón umbilical, es
cuando las vivencias y la maduración nos capacitan para experimentar
y vivir las verdaderas connotaciones de la soledad, sin buscar
excusas de la falta de tiempo por los quehaceres diarios, que de
seguro muchas personas pensarán que le es imposible tener un minuto
para ello. Que sea el lector/a quien valore en función de sus
circunstancias particulares tal apreciación.
Llegados a
este punto, podemos pensar que la soledad está teñida de una larga
historia en la que prejuicios en torno a ella no le faltan, y es
justamente aquellas personas prejuiciosas quienes más necesitan
saber estar consigo mismas, quienes carecen de una verdadera
seguridad personal, quienes se sienten vacías al estar solos porque
no han convivido ni se han trabajado interiormente, quienes necesitan
la aceptación de los demás porque no saben valerse por sí mismas,
quienes tienen miedo a la soledad y también a la libertad, porque
viven encadenados a la necesidad impuesta e irreal. El auténtico
conocimiento es el que hace uno de sí mismo y consigo mismo,
superando los temores, los miedos a la soledad que no son más que
los miedos primarios a la falta, a la ausencia del "otro".
Esta superación de miedos y temores nos aporta confianza, seguridad y fortaleza.
Salvando las
diferencias y atendiendo a la realidad del autor y a su misantropía,
transcribo un párrafo del libro de Arthur Schopenhauer "Aforismos sobre el arte de saber vivir", en el que, desde mi punto
de vista, sintetiza de manera magistral lo expuesto en este post
sobre la soledad. El texto dice así:
"Cada
cual sólo puede ser enteramente él mismo cuando está solo. Por
eso, quien no ama la soledad tampoco ama la libertad, pues únicamente
se es libre cuando se está solo, ya que la obligación es la
compañera inseparable de toda compañía, pues exige sacrificios que
nos parecerán mucho más duros cuanto más significativa sea nuestra
propia individualidad. Por consiguiente, cada cual huirá de la
soledad, la sobrellevará o la amará según sea la medida exacta del
valor de su propia individualidad. En efecto, en soledad siente el
miserable su íntima miseria, y su grandeza, el gran espíritu; cada
cual se siente en ella tal y como es"
Cada
persona se siente en soledad tal cual es. Practiquemos la soledad y
descubrámonos.